sábado, 28 de noviembre de 2015

Lucero del Alba



De gran sabiduría y belleza interior, no es la soberbia su pecado… ni ambiciona ser un dios.

Desterrado en escritos y leyendas, de las huestes de ese cielo en el que algunos creen. Avezado guerrero que, armado con el don la palabra, lucha incesante y esperanzado Su particular batalla, en la gran guerra de este mundo que se destruye a sí mismo y en ocasiones parece estar a punto de desvanecerse.

Un extraordinario resplandor brilla en Su interior, y oculto entre bastas palabras e imágenes de libidinosas fantasías, un día, le descubro. 


Perverso y lujurioso, mas de alma pura, me envuelve en la serenidad de sus palabras para hacerlo después entre sus brazos, en el ardiente calor de sus llamas, deseosa, entregada y… a voluntad, sometida a la lascivia, a sus más oscuros deseos, a Él.

Quien controla mis demonios y me hace luchar contra ellos, me rescata de la absoluta oscuridad de un falso credo, de una verdad inventada, abriendo mis ojos a mi propio ser y al mundo, sumiéndome sin hallar oposición en ese particular abismo que es Su sentir, ese que se me antoja tan semejante a tocar con mis manos el cielo.

Y así me encuentro, descubriéndome nuevamente, intentando abrir el pecho para dejar a mi alma de nuevo respirar... albergando nuevos sentimientos, nuevas dudas, nuevos miedos. Intentando día tras día sentir… y pensar.

Deseando volver a esa entrega inquebrantable y absoluta, profundamente sentida y enormemente veraz… esa que un día me hizo sumisa.

Descubriendo que la eternidad solo existe en la verdad de algunas almas, en las palabras sinceras que jamás pueden regresar una vez dichas o escritas, que permanecen solo en el tiempo, en los recuerdos guardados, en las soñadas fantasías.

Viviendo de nuevo el sueño, el deseo de sentir, anhelando sobre todas las cosas hallar en ese alma de luz brillante un destello que me confirme que es Él, y que siempre será Él, en esa eternidad deseada que solo en unas pocas y maravillosas cosas existe.

La dicha de estar postrada a Sus pies, de sentir la incertidumbre, la angustia, la frustración, el dolor y desear que un día, de nuevo, todo se desvanezca, convertido en plenitud, entrega y devoción. 

A la espera de que un mar de lágrimas de alegría se derrame por todo mi ser devolviéndome la pureza de un alma limpia y un corazón repleto de sentimientos por entregar.

Su fuego inicia la marcha por mis venas, por cada poro de mi piel, moviendo mi cuerpo hacia esa dirección de donde no hay retorno, esa en donde los cuerpos se funden presos de una insaciable pasión, del delirio de sentir la aceleración de un palpitar que ya no me pertenece pues no resuena en mi pecho, lo hace en el Suyo.

Se tornan míos Sus deseos, y mis pecaminosos labios envuelven Su placer deseosos de sentirle crecer en el interior de mi boca, anhelante de ese dulce néctar que se vierte al explotar y se derrama dentro de mí.

A pesar de mi enmudecida voz, un cumulo incesante de fantasías regresan a mi mente todas las noches, en explicitas imágenes, en perversiones que al tiempo se desvanecen, convirtiéndose en ocultos sueños a la espera de ser descubiertos para poder un día a Su lado cumplirse. 

Es el fuego de este Ser dulce y perverso el que arde en mi interior, el que inspira mis letras y hace resurgir mil deseos, el que vive en mis ojos y también en mis sueños.

Ese fuego brillante que un día ves descender del cielo y te descubres de pronto deseosa de entregarte a Él,  de ser sometida y arder por siempre entre el calor de Sus manos.

No puedo decir que sea mi Dueño o mi Señor…  

Es Aquel que prende mi luz con Su fuego y me hace descender a un maravilloso infierno, el que crea nuevos deseos, nuevas perversiones, nuevas fantasías en mis sueños, el que alegra mi corazón en cada nuevo amanecer, el que ilumina mi cielo y habita en mi alma… cruel y a la vez bondadoso, mi particular y perverso Diablo, el destello que hace brillar mis ojos... mi Lucero del Alba.


vera.







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