sábado, 31 de octubre de 2015

Así seré Suya




Hoy creo que empiezo a sentir, hoy siento que podría ocurrir, que algún día le ofrezca mi entrega. Que mi cuerpo, mi alma, mi vida... le pertenezcan.

Que Sus manos susurren en cada curva de mi cuerpo, en cada latido de mi corazón.

Que cada rincón de mi alma estalle en Su permanente presencia, amando, desprendiendo mi luz, que todo mi sentir emane por cada poro de mi piel. 

Que el brillo de Su mirada me inspire y que solo Sus palabras sean, las que reciten mi historia y guíen mi vida.


Que las mías regresen del olvido, de la ausencia y la tristeza y se tornen arte, perversión, dicha, placer, dolor...amor escrito.

Que mi cuerpo vuelva a arder. Que tras la devastación, Su pasión me vuelva a recomponer. Que mi sentir explote nuevamente pero lo haga en Sus manos, sabiendo que cuando de mi ensoñación regrese, me esperará siempre Su envolvente abrazo.

Que Su sexo llene mi garganta de placer infinito, que me conceda el honor de recibir Su esencia, el deseado néctar que rogaré por sentir en mi interior, por lamer de entre mis labios.

Que me permita descubrir Sus deseos más profundos, Sus más oscuras fantasías y Sus más salvajes anhelos, pues yo siempre le haré conocedor y Dueño de los míos.

Que me consienta retozar entre Sus sábanas en mil travesuras, mimarle y cuidarlo. Que me corrija y discipline siempre que por mi actitud o comportamiento así lo merezca.

Que mi alma llene de amor eterno. Que mi cuerpo cuide, torture, tome y castigue a placer. Que me permita postrarme a Sus pies y me encadene a Su vida.

Hoy... solo sueño, deseo, siento. Puede ser que un día todo eso ocurra, que sin buscar, sin saber, sin esperar... suceda de verdad. Hoy solo deseo, necesito sentirle, que me sienta...

Puede ser que un día... Así, seré Suya. 



vera













3 comentarios:

  1. Y de sus sueños brotaron realidades.
    Su mirada clavada es ese puerta, la puerta que por siempre la alejaba del placer de sentirse y saberse sometida, de querer entregarse, de saberse pertenencia y propiedad de aquel que la había rehecho a su capricho, construido el cuerpo a su voluntad, reconstruido el alma dibujada a su esencia.
    Y se volvió a dormir mirando la puerta que seguía cerrada, que seguía impidiéndola arrastrarse hacia Él, ofrecerle su cuerpo, entregarle su vida.
    Y soñó que la puerta se abría, que por fin él entraba, que en silencia miraba su robusta y rotunda desnudez durmiendo como él la había ordenado, sin nada que cubriera su cuerpo, como él la había dejado antes de cerrar la puerta, con sus muñecas atadas a la espalda, con el collar colgado y enganchado al viejo cabecero de madera y de hierro fundido de la cama, con los ojos vendados por un tul negro y sedosos que tan solo dejaba ver la luz, atisbar las siluetas, percibir a las personas como almas difusas.
    En su sueño algo restalló contra su culo redondo, amplio y siempre expuesto en su desnudez por si el Dueño quería utilizarlo, domarlo, gozarlo, castigarlo. Una fusta, la fusta. Su vida como esclava, su entrega como objeto de placer y de dominio la había enseñado a distinguir el dolor de cada herramienta que su Dueño usaba en su piel y en su carne.
    Esta era la fusta. Sin duda la fusta de la doma.
    El tiempo se transforma en un sueño en un aliado complejo y huidizo. Y traidor, sobre todo traidor.
    Apenas tuvo tiempo de disfrutar el placer de dolor y otro placer le llegó. Los labios apoyados en su nalga enrojecida, Un beso. Un solo beso mientras las manos, sus manos, las del dueño de su vida y su alma la alzaban, la llevaban, le elevaban más allá del lecho de la puerta.
    El calor llegó y rodeo su cuerpo con el agua en su sueño., La bañera expelía olores a jabones y esencias y la mano de su dueña la recorría, la exploraba usando el baño como excusa, como recorrido hasta llegar al centro de sus piernas. Años de enteramiento la hicieron reaccionar por instinto incluso en ese sueño. Las abrió sin demora. Así debía ser. Todo en ella era propiedad del dueño que ahora recorría su cuerpo con la esponja. Si quería acceder a su sexo era suyo, le pertenecía y era su obligación de esclava ofrecérselo sin ninguna demora.
    Tras la esponja, llegan suavemente los dedos.
    Primero uno, luego dos sus piernas se abren más ante la suave exploración. La mano de su dueño ya está dentro de ella y allí sigue. Su interior comienza a experimentar el mismo calor que su piel rodeada de un agua casi ardiente de la que surge un vapor que acerca hasta sus fosas nasales vapores de azahar, rosas y otros aromas apenas reconocidos
    - No -dice su dueño en una sola palabra con esa voz que no sabe si es producto del sueño o del deseo y su cuerpo se queda contraído, la espalda arqueada un instante en una curva casi imposible. Su placer pertenece a su dueño y él se lo niega. Ella obedece. No puede hacer otra cosa, no quiere hacerla
    Hace por controlarse mientras la esponja sigue recorriendo su cuerpo, la mano del hombre al que pertenece jugando en sus entrañas y su ardor aumenta hasta que teme no poder controlarlo, no ser lo suficientemente buena para obedecer, para resistirse al placer.
    - Ni el placer ni el dolor son tus dueños -le dice la voz del sueño, del dueño-.
    - Solo vos lo sois, Dueño y Señor, solo vos - Y no sabe si sus labios reales contestan o lo hacen solamente los del sueño.
    El baño continúa con placer y tensión. Llevada a la locura del paroxismo, al límite del orgasmo mientras labios, y esponja acarician su cuerpo, la lavan, la perfuman, mientras los dedos agarran y retuercen sus pezones como diamantes imposibles de arrancar de la pared de la mina en la que han sido hallados, mientras la espuma resbala por su espalda, mientras la mano y los dedos de su dueño siguen entrando y saliendo en de sus entrañas.
    ...

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  2. Y en su sueño, ese sueño que la aparta de la realidad de la puerta cerrada, el dueño entra en la bañera y se queda de pie frente a ella. No tarda ni un segundo en arrodillarse frente a él, en lanzarse hacia su miembro para mostrar la adoración, el respeto, el ansia de servir que como esclava tiene hacia el hombre del que es propiedad.
    Él la detiene, alza su cuerpo chorreante de agua, ganas de placer y espuma de sus rodillas sujetándola debajo de los brazos, la deja en pie ante él. Sonría y ella también cando ve que él mira de soslayo hacia abajo. Ella comprende. Comprende y obedece arqueando la espalda hasta que su cuerpo es una escuadra perfecta que coloca su boca a la altura del miembro de su dueño. La abre esperando, la abre deseando, la abre suplicando.
    Mientras su Dueño toma propiedad de su boca una mano la acaricia la cintura, repta por ella hasta alcanzar su culo y estruja una nalga. Es una caricia, es una orden y ella vuelva a no dudar en obedecerla, de nuevo abre las piernas, de nuevo los dedos del Dueño vuelven a empezar su juego placentero y perverso, de nuevo su cuerpo vuelve a contraerse mientras su boca sirve a su dueño y señor, mientras sus manos acarician y sostiene sus testículos.
    De nuevo el juego, de nuevo su cuerpo contraído y tenso al borde del orgasmo. De nuevo el no.
    No hay lugar a la queja. El agua rebosa la bañera y comienza a manar por los bordes creando un charco en el que se acumulan las esencias, los pétalos, el olor y el sabor del placer y el dominio. Sus vidas y sus almas también están rebosando más allá del nivel del agua en la bañera.
    La mano que no tortura, enciende y juega con su coño se apoya sobre su hombro suavemente y ella sabe que debe adoptar su postura de esclava. Su interior está ardiendo de ganas de hacer explotar su placer. En un gesto de súplica, de total sometimiento deseado abandona la postura de escuadra y sin soltar el manjar que su Dueño ha colocado en su garganta se pega su pierna, en cuclillas con las piernas abiertas, separadas, repta a lo largo de ella hasta que queda arrodillada sobre el pie de sus Dueño
    - Por favor -suplica su lengua sin palabras haciendo imposibles dibujos que nadie verá nunca en el glande del dueño. Por favor, imploran sus labios sin sonido ninguno succionando con fuerza. Por favor, Por favor repite su boca una y otra vez mientras las manos de su dueño la acarician el pelo, se lo lavan, se lo peinan con un cariño extremo, con el cuidado del que acicala a su bien más preciado, con el amor del que no quiere perder ni un instante de vista un preciado tesoro.
    Y así sigue mientras él le desenreda el pelo de pie en el baño, sigue agradeciendo cada pasada del viejo peine redondo por su pelo con su boca y su cuerpo, son su servicio y su entrega. A tención con atención se corresponde. Amor con amor se paga.
    - Ahora sí - y no hace falta que la voz del sueño que es su Dueño diga nada más.
    Frotándose contra la pierna ante la que está arrodillada y sin soltar el miembro de su boca se deja ir en un estallido de placer contenido durante mucho tiempo. El calor de su entrepierna se mezcla con el del agua y con el de su garganta cuando el dueño le concede el premio a sus esfuerzos.
    Deja de ser ella, deja de ser. Se convierte en una parte de él por un instante, inseparable de su cuerpo, imborrable de su alma, inasequible a la separación.
    Como él, su Dueño, parece formar parte de ella cuando la seca, la coge en brazos y recorre de nuevo el pasillo para depositarla de nuevo en su cama con el cuidado que un coleccionista pone en guardar de la vista de todos la pieza estrella de su colección, como parece que siempre estará allí mientras la tapa y vuelve a anudar sus muñecas entre sí. Como parece formar parte de su alma cuando vuelve a ajustar la venda de gasa negra que le vela los cuerpos y le muestra las luces y las almas. Como parece formar parte de ella cuando cierra la puerta justo antes de que el sueño acabe y se despierte…

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  3. La puerta está cerrada
    - Ven aquí esclava -escucha a través de la puerta la voz del Dueño que ahora ya no es un sueño. Tengo ganas de usarte. No te he acicalado para nada
    Y ella se queda muda. Contempla sus manos anudadas pero no al cabecero forjado, su piel blanca, limpia, perfumada; pasa la mano por la nalga aún entumecida por un solo y salvaje fustazo acaricia su propio pelo brillante y peinado. Y sonríe.
    No sabe, no se atreve a preguntar. Desconoce si el que es propietario de su vida, su cuerpo, su alma, su voluntad y su amor también tiene control sobre sus sueños. ¿fue real, ha sido un sueño?
    Mientras se arroja de la cama y avanza a cuatro patas hasta la puerta la abre y sigue arrastrándose hacia la voz que le ha ordenado servirle descubre que apenas si le importa saber la respuesta a su pregunta.
    Es su Dueño. Apenas importa nada más.
    Y de sus realidades brotan sueños.

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