domingo, 25 de mayo de 2014

Una Sonrisa




Aquel que sin conocerte es capaz de ver la tristeza en ti, aquella que a pesar de tu absoluta transparencia intentas que siga oculta, Él que puede ver  también la tenue luz que en tu interior se esconde, tras tu tristeza.

Aquel que desde la lejanía te contempla y es capaz de vislumbrar todo lo que aquellos que se acercan no son capaces de ver. Y sin embargo permanece ahí, en calma, tras la intensidad de las olas, copado por ellas.

Aquel que se toma la consentida libertad de levantar tu mentón para que puedas ver el universo que te rodea, un universo que tus ojos no logran ver, empañados por esas lagrimas que con sinceras palabras seca y así, de ese modo,  hace de nuevo brillar tu luz.

Sin pedir nada a cambio, sin esperar nada… y de esperarlo… ¿Qué importa?

 Si solo desea verte resplandecer y no teme que la intensidad de tu luz lo ciegue… bien merece el privilegio de esperar cualquier cosa que desee sin ser juzgado más que por lo que sin duda es, todo un Caballero y un Señor.

Aquel que abre tus ojos para mostrarte la verdad, y que te hace ver en ti todo aquello que tu confusión nubla. Aquello que por temer al dolor eres incapaz de ver. Lo que niegas.

Aquel que con la verdad te sume en una total y absoluta pena, y a su vez es capaz de rescatarte de lo más profundo de ti, de tu dolor y  sacarte de nuevo a flote acompañada de tu risa.

Aquel con la humildad de no precisar mostrar sus virtudes y a su vez  dispuesto a mostrarse claro como el agua sin pretensión de ocultar sus carencias.

Aquel por quien aquella sumisa digna de esperar su regreso, no podría más que tejer ese manto permanentemente inconcluso, no solo por diez años sino por el resto de sus días.


Él, que te muestra el cielo y te regala una estrella, que sopla las nubes para ti, para que de nuevo puedas ver el Sol, que es capaz de ver tu luz brillar en la oscuridad, es único y absoluto merecedor cuanto menos de tu sonrisa.





vera







miércoles, 21 de mayo de 2014

Una Leyenda inventada...


Anna Dittmann


De la mano de su Amo iba dirigida, no sabía a dónde ni porque, sin embargo tampoco le importaba, estaba donde debía, en el único lugar donde deseaba estar…. Junto a Él.

De repente Este se detuvo frente a un enorme cerezo en flor agitado por el viento, del que flotaban en el aire pequeños pétalos cual copos de blanca nieve. Ella miraba a su alrededor, tan  admirada por el hermoso espectáculo  que ni siquiera se dio cuenta que tras una breve orden de su Señor lo estaba obedeciendo, desabrochó su vestido para quedar totalmente desnuda frente a Él.

Y tras su orden, mirando a sus ojos, su Amo le comenzó a relatar…

Dicen que este hermoso árbol fue un día una sumisa, no de gran belleza, pero si con una gran capacidad de entrega y un inmenso sentir. Por ese sentir perduró, sin embargo esa a su vez  fue su condena.

Su sentir se fue convirtiendo en pequeños brotes y ramificaciones alimentadas con sus propias lágrimas. Sabía que un día podría eclosionar, no sin embargo cuantas lágrimas precisaría para hacerlo.

Aquellos que la poseyeron de un modo u otro la hicieron crecer, aunque  siempre llegaba un día en que su sentir crecía, brotaba de tal forma que se les escapaba de las manos…  les faltó el deseo o la capacidad de mantenerla ahí, junto a ellos, dejaban de sostenerla,  de nuevo volvían a posar sus brotes en la tierra.

Nunca nadie más recogió su sentir, se limitaban a pasar por su lado admirando la belleza de sus flores, y un día llegó en que sus raíces estaban tan arraigadas a la tierra que ya nadie pudo arrancarla sin herirla.

Y así permaneció, como cerezo en flor, admirado en ocasiones por sus bellos brotes que ahí, desde su interior siguieron creciendo, su dolor hizo brotar sus ramas y la luz del sol y sus ganas de vivir la hicieron permanecer”.


En ese hermoso lugar, tras el relato de su Señor,  de sus ojos comenzaron a brotar lagrimas, que dulces en lugar de saladas desaparecían entre sus labios y en el mismo momento en que Él tomó su mano, supo lo que debía hacer.

La acompañó sujetando su mano hasta que estuvo a sus pies, postrada y mirando fijamente a los ojos de su Dueño. Con mano firme y con suma delicadeza secó sus lágrimas, alzó con sus dedos suaves su mentón y la besó.

Ella humildemente bajó su mirada y retiró su cabello sintiéndose inmensamente afortunada de poder florecer junto  a su Amo y  Éste posó en su cuello un collar con su nombre. Tras él una bonita leyenda…  “De entre las flores silvestres, la más bella, la Mía.”



Dedicado a una linda flor, Gracias por tu regalo.



vera








sábado, 17 de mayo de 2014

ESCRIBIR




Acostumbro a plasmar parte de lo que siento en mis escritos, sin embargo no suelo escribir demasiado sobre lo que soy.

No soy una sumisa con gran experiencia, más bien a penas ninguna, ni siquiera tengo Amo por lo que a mi parecer seria mas propio llamarme solo vera…  lo único que tengo y que solamente  a mí me pertenece es mi sentir.

Plasmo esas palabras que a muchas neófitas como yo les suelen llamar la atención, pero creo que el motivo principal por el que se fijan en mí es porque sienten lo mismo, solo que yo… lo escribo.

También hay algunos Dom que pueden pensar que detrás de tanto sentimiento se esconde una buena sumisa o alguien fácil de manejar… en mi humilde opinión, creo que eso de la buena sumisa no existe, solo aquella que debe ser para Uno es la buena ( Y viceversa… pues lo mismo ocurre con los Dom).

Vivo de la forma más intensa que me puedo permitir (como todo el mundo), y siento intentando que esos sentimientos no me duelan demasiado… lo que un “Amo” suele encontrar en sus manos en estos casos, son un montón de intensos sentimientos descontrolados sin saber bien qué hacer con ellos.

Esa es la principal razón por la que escribo. No hay gran mérito en eso, no soy experta de nada porque tenga la necesidad de plasmar lo que siento, y la única razón por la que lo hago es para desprenderme de aquello que en mi interior duele demasiado para dejarlo permanecer ahí.

Tengo los mismos miedos, las mismas dudas e inquietudes que las demás, incluso puede que más… y no soy mejor ni más valiente por mostrarlas, más bien todo lo contrario.

Sin embargo lo que escribo no es todo lo que siento, ni mucho menos todo lo que soy, solo son fragmentos de mis pocas experiencias, de mis deseos, de mis anhelos y de mi modo de comprender lo que vivo y siento.

He de decir que la mayor parte de mis escritos es, más que aquello que vivo, lo que desearía sentir.

A todos aquellos que me leen, gracias por emplear su tiempo en hacerlo… solo decirles que también tengo mis páginas en blanco y mis silencios, y que además de textos escritos hay una persona con la que poder conversar y compartir.

Pueden hablar conmigo y conocerán a vera, sin más. Algun@s ya lo hacen…

Y a aquellos que nunca han hablado conmigo, que desconocen a la vera que tiene voz además de escribir, aquellos que solo les llama la atención lo que ven, que juzgan solo lo que leen en mis escritos, sin siquiera comprender que cada persona con más o menos empatía siente a su modo y que los sentimientos escritos no siempre tienen por qué ser dirigidos del modo en que los comprende aquel que los está leyendo… solo decirles que no se molesten, que sigan leyendo.





vera












jueves, 15 de mayo de 2014

SEÑOR




Aquel que vio mis primeros pasos cuando me creía invisible, cuando empecé a caminar, el que me tendió su mano y alzó mi mirada para que fuera capaz de volver a hacerlo tras caer al tropezar.

Con el mismo peso en mi interior, el de mi sentir, consciente, sincera e imperfecta, pero sobretodo llena de agradecimiento, se despide esta  sumisa...  aunque con un simple hasta luego. Su luz dejó de brillar en mí, para seguir brillando a lo lejos, para permanecer ahí donde siempre pueda verlo, en el lugar donde siempre estuvo…

Sujetó mi mano mientras de nuevo me atrevía a trepar a la bella aunque vertiginosa altura de mis tacones y a su vez acompañó mi paso para que fuera seguro y firme.

Me mostró el dolor, el placer, de mis propias manos que eran las suyas, recorriendo mi cuerpo, conociéndolo, valorándolo, me enseñó que podía cruzar barreras, me ordenó ceñir cuerdas a mi cuerpo con la única intención de hacerme libre.

Él, que no solo me iluminó y me enseñó el camino, me acompañó por él mostrándome la belleza de todo aquello que podía ver alrededor, sin dejar de andar, sin modificar el ritmo de mi paso.

En lugar de cohibir o canalizar mi explosión de sentimientos incontrolados simplemente me mostró el modo de ver en ellos la belleza, del mismo modo en que se aprecian los fuegos de artificio, dejándolos brillar en el infinito, entre las estrellas, me enseñó a mantener los ojos abiertos, para ver su destello brillar en ellos, desde una zona segura, desde la calma.

Me permitió vivir, sentir, alentándome, disipando mi temor, reafirmando mi esencia, valorando mi entrega, me preparó para el que un día será mi Amo, sin embargo no me dejó en sus manos, me dejó las mías propias, unas manos que ahora no tiemblan ante la duda, aquellas en las que Él confió para esta vez ser capaz de elegir mejor.

Me regaló un destello de luz para prender la mía propia, ya no brilla en mí su luz pero ese destello permanecerá en mi interior para siempre, en mi alma.

El que me hizo crecer mostrándome el modo de seguir creciendo, aquel que no fue ni pretendió ser mi Amo, mi Dueño… humilde aunque consciente del trato que merece, de lo que sin duda alguna es… Todo un Señor.

Mil Gracias.




vera.





domingo, 11 de mayo de 2014

Presencia






Cuando no eres capaz de describir lo que sientes, cuando es algo más intenso que el dolor o que el placer, cuando crees que serias capaz de hacer cualquier cosa que te ordenase sin pensar, sin poder comprender,  solo puedes explicarlo como algo tan simple como sentir su absoluta y permanente Presencia.

Crece en tu interior una sensación de necesidad, de entrega, te envuelve y a la vez te atraviesa de tal forma que tu respiración tan pronto se acelera como se puede parar en cuestión de segundos, del mismo modo que tu corazón.

Puedes sentir la nostalgia de la lejanía, incluso hasta el punto de ver brotar de tus ojos unas lagrimas sin sentido y en cuestión de segundos sonreír, sentir su tacto, su calor, penetrando en ti haciéndote sentir dichosa, plena pues ya no es el suelo el que te sostiene, flotas en el aire sabiéndote segura, eres consciente de que no te vas a perder, que es Él quien te sujeta.

Lo sientes, en tu interior, observándote a cada segundo, rozando tú piel en cualquier momento y en cualquier lugar, puedes oír su voz sin tenerle cerca, su palpitar y su respiración acompasada con la tuya, aunque sepas que no está aquí, que varios kilómetros os separan y sin embargo puede sufrir tu dolor, vibrar con tu placer y compartir tu sentir.

El día se torna corto y la noche larga, deseando poder dormir y embargarte en ese profundo sueño en el que cada noche vuelve a ti, a posar sus ojos sobre tu cuerpo, sus manos sobre tu piel desnuda, postrada a sus pies, dichosa, cumpliendo sus ordenes, recibiendo el dolor de un castigo que solo sientes como tal en el momento en que despiertas, en ese momento en que dejas de sentirlo.

Entonces descubres que no son las cuerdas las que te atan, las que marcan tu piel, ni la cera la que hace sentir que de repente y en cualquier momento puedes empezar a arder, tampoco ese dolor que sientes al torturarte por una simple orden el que te da el placer de sentir su cercanía, ni sus palabras las te hacen sentir que te cuida o tu imaginación lo que te sostiene, lo que de repente te lleva a otro lugar, al único sitio en el que deseas estar,  a su lado.


Es solo… Su Presencia.



vera.








sábado, 3 de mayo de 2014

En Sus Manos...



… sientes que eres capaz de todo, de cualquier cosa que Él pueda ordenarte.

Tu imperfecto cuerpo toma forma bajo el poder de sus cuerdas, con su presión, con la resistencia de tu piel que sientes marcada, se torna perfecto,  hermoso lienzo en donde plasma aquello que crea en ti, eso que será tu historia, o parte de ella.
Feliz cual marioneta en manos de su Dueño, ese que tan hábilmente la maneja, en ese instante  en que le concede el honor del movimiento, de la libertad, de poder revivir de nuevo entre sus cuerdas, cuidadoso en todo momento de no  soltarla para que no se encuentre de pronto siendo un montón de trozos de madera inanimada, sin vida, sobre el suelo.
Puedes sentir el placer de su tirantez al inspirar, sintiendo cada tramo de cuerda, cada nudo, presionando tu piel y el anhelo al sentir que de ti se desprende al exhalar y aflojar esa presión.

Rozas con tus dedos cada pedazo de cuerda sobre ti, cada parte de tu piel desnuda, tu humedad empapando ese tramo de cuerda y puedes sentir la excitación que por momentos te embarga, colmando todo tu ser de esa sensación, tu palpitar se acelera hasta el punto que no eres capaz de oír nada mas, de sentir otra cosa que no sea a Él dentro de ti y explotas en un cúmulo de sensaciones y de placer.

Te alojas  en profundo sueño sintiéndote arropada, protegida bajo su manto, sintiéndolo sobre tu piel y también bajo ella, en tu interior.

La tenue luz del amanecer cubre tu cuerpo y sientes su cálida sensación, de pronto despiertas y experimentas ese leve temor de tener que desprenderte de ese intenso sentir, de esa dulce sensación.

A medida que vas deshaciendo las ataduras, notas poco a poco que ese sentir no te abandona, pero te deja huérfana, desnuda, falta de ese poder sobre ti, ese que necesitas y anhelas más que cualquier otra cosa.


Ese desamparo se desvanece al posar de nuevo tus manos sobre tu piel, esas que no son tuyas pues ya no es a ti a quien pertenecen, a quien obedecen, le pertenecen a Él y puedes de nuevo sentirlo en ti, en lo más profundo de tu interior.




vera.






jueves, 1 de mayo de 2014

Un Trozo de Cuerda


Siento la humedad en mi interior, en mis muslos, puedo oír mi palpitar acelerarse por momentos. Tras reparar en la inmovilidad de mis piernas,  inmediatamente siento la inherente necesidad de elevar mi culo y postrarme, ofrecida, entregada, atada.

La sensación de las sabanas sobre mi piel me pesa, abro los ojos con lentitud, acomodándolos a la luz del amanecer, explota en mi interior un cúmulo de sensaciones, de sentimientos, de  emociones y a mi alrededor solo puedo oír el silencio, la calma.

Busco en los rincones de mi mente, intentando recordar, persiguiendo aunque sea un resquicio de mi sueño, algo que pueda explicar el porqué de esa sensación, y doy de nuevo con el recuerdo de su desconocido tacto, una ilusión creada en mi mente, que me lleva a sentirme protegida, bajo su manto, entre sus brazos.

Recobro de nuevo la conciencia y deshago las cuerdas que han acompañado mi húmedo y desconocido sueño.

Observo los surcos que permanecen en mi piel, los acaricio con mis dedos, lentamente, absorta en mis pensamientos y en ese otro sueño que se repite una y otra vez, como un recuerdo que se niega a abandonar mi mente, como un permanente susurro, sin embargo éste, no logro recordarlo.

Acaricio esa parte de mi piel marcada, moldeada, puedo ver en ella el resplandor de la luz, la sombra de mis dedos al pasar sobre esas marcas, acariciándolas… y puedo sentirlo.

Sigo acariciándome, despacio, hasta llegar a mi entrepierna, abro mis muslos y me ofrezco a esa inexistente persona que observa frente a mi cama, frente a mí, rozándome suavemente, inspiro con fuerza mientras impregno mis dedos de mi humedad, de mi esencia.

Cierro los ojos y siento el calor de mi piel en la palma de mis manos mientras subo hacia mi pecho, acaricio mis pezones, sigo respirando con lentitud, llevo mis manos por todo mi cuerpo hasta llegar a mis labios, hasta sentir en mi boca mi esencia, mi sabor.


Muevo mis piernas levemente enredadas aun por aquello que las apresaba hace un momento, esperando cumplir sus órdenes, anhelando realizar sus deseos, aquello que ha dejado en mi piel su rastro, su marca, lo que ha hecho que me embargara una explosión de sensaciones, de recuerdos que en realidad no lo son pues nunca ocurrieron, de sentimientos, de emociones, aquello que me ha acompañado en la noche haciéndome soñar, sentir, y sin embargo bajo la luz del amanecer, ya sujeto entre mis manos recupera su sencillez, ese objeto que tanto me ha hecho sentir, no es más que un trozo de cuerda.




vera